Opinión

Una mujer desesperada.

Por: Manuel Narváez Narváez

Email: narvaez.manuel.arturo@gmail.com

Como la pandemia nos cambió la vida, pero a algunos para mal.

Juan R. y Margarita S. se conocieron cuando los dos se empleaban en el poder de Judicial. Él abogado de profesión y ella secretaria de Sala.

Hace 14 años se unieron en matrimonio y comenzaron una vida juntos. Margarita tenía un niño de 5 años de una relación anterior, y dos varones procreados dentro del matrimonio amplió la familia a 5.

Juan se desempeñaba como proyectista de un juzgado civil, puesto que obtuvo gracias a su padrino magistrado del Tribunal de Justicia de Chihuahua.

Por más de una década él proveyó satisfactoriamente las necesidades de la familia, mientras que ella se renunció a su trabajo para dedicarse de lleno al cuidado de sus hijos y atender el hogar.

Los ingresos suficientes permitieron que los hijos asistieran a escuelas privadas, vistieran ropa de marca y, por lo menos dos veces al año, salieran de vacaciones.

Si bien los ingresos eran importantes, la casa donde habitan pertenece a una tía de Juan. La mujer nunca se casó, ni tuvo hijos, por lo que el sobrino recibió todos los afectos y el goce de la valiosa finca que la hermana de su madre adquirió con su salario de más de 35 años.

La joven pareja se distinguió por ser unida, tener buenos modales, educada, vestir bien y poseer una camioneta de media gama.

Cuando la pandemia apareció a principios del 2020, Juan, al igual que todos los empleados del Poder Judicial, se fue a hacer home office.

Tras unas semanas de trabajar algunas horas por la mañana, el ocio hizo presa de él. En vez de convivir con su familia y practicar alguna actividad física con sus tres hijos en la amplísima finca que habitan, optó por la bebida.

La ingesta de tequila por un período de más un año le pasó factura. Apenas con 45 años de edad sufrió un infarto que no lo mató, pero le advirtió de las consecuencias del abuso del alcohol.

Regresar a sus labores en el juzgado no impidió que por las tardes ingiriera medio litro de tequila. Poco a poco dejó de convivir con su familia y se aisló en el infierno del alcoholismo.

El hijo de en medio comenzó a cambiar su comportamiento, por lo que Margarita tuvo que llevarlo a terapias. El mayor se distanció de la figura paterna que en un principio lo aceptó como su hijo.

A finales del 2022 Juan había perdido mucho peso, ya se lo veía muy demacrado. Un viernes le pidió a su esposa que lo llevara al hospital porque se sentía muy mal; ahí le practicaron algunos estudios clínicos que arrojaron resultados desalentadores para su salud.

Cuando iban saliendo del hospital, Juan comenzó a vomitar sangre. Para su fortuna, enfermeros del nosocomio lo auxiliaron y lo reingresaron inmediatamente. El lunes siguiente fue dado de alta.

A principios de este año Margarita abrió un sobre proveniente de un bufete jurídico. Los abogados de un banco exigían el pago de un millón y medio de pesos por sobregiros en la tarjeta. Por la tarde increpó a su cónyuge, sin embargo, éste la empujó y la amenazó si volvía a meterse en sus asuntos.

Una noche Margarita se asomó sigilosamente al cuarto donde su marido duerme solo, y pudo observar que Juan había adquirido otro vicio, el del juego. Eso confirmaba el ruido de la computadora por las madrugadas.

Desde hace semanas Juan ya no aporta ni para el mandado, porque fue despedido del TSJ. Eso obligó a reubicar en escuelas públicas a sus hijos, y Margarita tuvo que conseguir trabajo de oficinista en un despacho contable.

La relación de respeto se acabó, la violencia verbal y física contra ella está presente, peor aún, la tía del marido la abordó para chantajearla.

Según la señora, su sobrino Juan se encuentra en una situación desesperada y deprimido porque Margarita no comparte cama con su marido.

Sin reconocer que el alcoholismo y la ludopatía terminaron por destruir la relación marital y a la familia, la tía presiona a Margarita para que ceda a los deseos incontrolados de su marido, o bien, que se divorcien y se vaya de la casa con sus hijos.

Margarita está desesperada y no haya qué hacer, porque su marido se ha vuelto muy violento, y teme que la influencia del padrino magistrado de su marido bloquee cualquier acción judicial para exigir pensión para sus hijos menores.

Entre la amenaza de Juan de quitarse la vida, el chantaje de la tía alcahueta y el temor al magistrado influyente, Margarita se encuentra atrapada en un infierno cuyas llamas ya casi la alcanzan.

Es cuanto.