Opinión

¡FORÇA!

Luis Villegas Montes.

Cuando escribo estas líneas, estoy en Badajoz; al que todo el día le he estado llamando, entre las risas de burla del Adolfo: “Bajadós”; así las cosas.

De todos los países donde he estado, seguramente —y por razones obvias—, los Estados Unidos es el que he visitado en más ocasiones: De San Francisco a San Diego, de Nueva York a Miami, pasando por Chicago, Indianápolis y Las Vegas, entre otras ciudades, principalmente ubicadas en Texas; sin embargo, el que más me gusta es España. País en el que he estado tantas veces que ni siquiera sé cuántas; y el que he recorrido de norte a sur y de este a oeste.

Pues bien, tantas visitas a la península ibérica y nunca he estado en Portugal; omisión que pienso remediar en unas horas porque para eso estoy aquí: a punto de emprender un viaje en solitario que me lleve a Lisboa, a Oporto y a donde la patita apunte. Viajé en tren desde Madrid; me gustaría decir que viendo el paisaje, pero no, el trayecto lo realicé con la narizota metida en un libro choncho (luego les platico de los libros que he comprado, que he leído o que ya pedí y están por llegar).

Podría decir que éste es un viaje de desintoxicación —¡ja! (óilo)—, pero no; porque me la he pasado trasegando güisqui (que compré en Londres, mientras venía para acá), cubatas de ron Barceló con CocaCola y las cervezas preferidas por los españoles: Mahou, Estrella Galicia y San Miguel, en ese orden; también podría decir que es un viaje para soltar la mano y tomar la pluma, pero tampoco, porque no he escrito mucho; aunque lo haya compensado leyendo. Vine, pues, a leer y a pensar (no faltará quien piense que también vine a afilarme las garritas y no le faltará razón); como sea, posiblemente sí, sí vine a desintoxicarme porque, como decía Napoleón, la venganza es un plato que se sirve como el gazpacho: frío.

Tantas palabras para decir lo evidente: Me halla la vida libre; sin agenda, sin pendientes ni contratiempos; sin futuros ni mañanas perentorios que me obliguen a tal o cual cosa; excepto escribir estos párrafos, continuar con mis lecturas y subirme a otro tren que me lleve a donde nunca he estado; ligero de equipaje, con apenas un par de páginas como brújula (propias o ajenas) y la certeza, tan rara como feliz, de que hoy no me manda nadie ni me persigue el reloj. Confío, eso sí, que en menos de un año esté de vuelta por estos lares con el corazón puesto en su sitio, el ánimo por las nubes y Abril 26 esté dando frutos.

Me explico: Abril 26 es un proyecto editorial que encabezan Laura y Adolfo (Laura es la nocia del Adolfo —“nocia” porque es novia y socia a la vez—) y venga yo a ver cómo andan las cosas y si ya, por fin, me publican mi segunda novela que, según yo, vine a terminar y nanay pues, como ya dije, no he dejado de leer como loco.

En fin, Dios dirá; porque la vida es esto; apenas un suspiro, en medio de dos largos silencios; y es preciso respirar, respirar, respirar y sentir que estar vivo es una incógnita perpetua, pendiente de develar a cada instante.

Ojalá y el periplo que recién inicio por estas tierras me encuentre, o mejor aún, me regrese, como aquella vez que hice el Camino de Santiago: con los pensamientos en orden y el alma en paz… porque si no, nos vamos a divertir.

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Luis Villegas Montes.

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