Opinión

Es mala, con doble A.

Por: Manuel Narváez Narváez

Email: narvaez.manuel.arturo@gmail.com

Dícese que la frase “el alumno superó al maestro” se le atribuye a Platón cuando éste realizó un escrito, el cual le corrigió Aristóteles; luego de leer la corrección Platón dijo: “El alumno ha superado a su maestro”.

Este dicho es muy popular para referenciar cuando alguna persona ha superado las enseñanzas de su mentor, aunque hay que de decirlo, no siempre se refiere a las cosas buenas porque también incluye las malas.

Puntualizado lo anterior y a propósito de las barbaridades que el expresidente recién autodesterrado a la ‘chingada’ que, por cierto, nadie ha corroborado ni él confirmado, prodigó a su mejor alumna, con A, las más ruines enseñanzas del desprecio y odio al que piensa diferente, y para destruir instituciones y la democracia.

Si aquél edificó un imperio a base mentiras, ésta consolidó el más temible y autoritario régimen desde que Lósif Stalin impuso el comunismo brutal en la antigua Unión Soviética, hoy disimulado en la federación rusa de Putin.

Si la borrachera del aparentemente holgado triunfo en las urnas y magnificado superficialmente en el congreso federal, verbigracia del INE, opacó la razón y la prudencia de mandar, el poder que ejerce hoy la presidenta diagnostica un claro alcoholismo de poder.

Es inconcebible como una mente enferma y resentida con todo y todos fue capaz de engendrar con sus ejemplos un ente harto de complejos y vacuo de empatía y sentimientos.

Que desperdicio del supuesto talento en la ciencia, del que se dice la doctora adquirió en las aulas.Si es que en su vida padeció las injusticias de los gobiernos represores y populistas de finales de los años 60s y los 70s, no se explica cómo entonces reedita las peores prácticas de sus victimarios.

Del mentor que la impuso en el poder se entiende que jamás tuvo en su mente reconstruir al país. Tampoco se le puede adjudicar que en el corazón haya anidado la compasión ni el perdón porque lo suyo, lo suyo siempre fue la venganza.

Por su lado, la doctora nacida en pañales de seda abrazó la rebeldía, pero no como la causa con la que lo hacemos en nuestra juventud, es decir, de locos y poetas, sino en la manera en que los “juniors intelectuales” de sus años mozos destruían la vida de los isleños en Cuba, sembraban la división en Bolivia y secuestraban los sueños de los colombianos.

Una cosa es que la presidenta haya adoptado como su Tanaj (biblia hebraica) el manifiesto comunista de Marx y Engels, dos distinguidos miembros de familias pudientes alemanas, y otra cosa es que haya llevado más lejos las destructivas prácticas de la división de poderes y de la república, para satisfacer el voraz apetito de poder que su “maestro” no alcanzó a poseer.

Esta semana se cumple el primer mes de gobierno de la doctora, la presidenta con A, y para decepción de la igualdad ha quedado de manifiesto que el abuso del poder y la impunidad no tienen género, y que dictadura se escribe con A.

En menos de 30 días la de la colita de caballo y semblante siberiano despedazó la constitución, menguó los derechos humanos, puso en pausa las libertades y colocó en riesgo absoluto el desarrollo del país.

A la alumna le bastaron poco más de tres semanas para superar al “maestro” de la mentira y al sembrador de odios, para hundir más a México en la inseguridad y arrastrarlo al círculo íntimo de las naciones ajenas a la democracia y a la rendición de cuentas.

Lucrecia de Borgia, Catalina de Médici y Catalina Creel han sido desbancadas de sus tronos, y si vivieran se horrorizarían de la mejor alumna del ¨maestro” cabecita de algodón, de la presidenta con A.

Es cuanto.