Opinión

La Navidad según Gabo

G. Arturo Limón D.

Para Gabriel García Márquez la Navidad fue una celebración compleja, mediada por intercambios culturales entre distintos países y enriquecida, en el Caribe, por el ambiente tropical. El autor colombiano creía que esta era una época de contrastes y altibajos, donde era posible que los adultos tuvieran una excusa para retomar su infancia, que los desconocidos se convirtieran en símbolos populares usando un disfraz de Papá Noël o que el consumismo y la hipocresía se apoderaran de las personas.

Desde el Centro Gabo  he tomado para compartir con mis amables lectores algunos  textos periodísticos donde Gabo reflexiona sobre esta fiesta que algunas veces se torna alegre, otras veces surreal, y que cada vez más se desgasta por el capitalismo y el paso de los años.     

 Esa gripe de tres meses es uno de los acontecimientos estelares de su ancianidad. Como ya no podía afeitarse ni cortarse el cabello, decidió seguir así, en su estado natural, convaleciente en su sórdida pieza de la carrera Dieciocho. Allí supo, hace apenas cinco meses, que en el barrio Simón Bolívar había una casa desocupada que estaba necesitando un celador. Cuando se hizo cargo del puesto todavía se llamaba Efraín Tello. Tres días después se llamaba Papá Noël, y él mismo no supo explicarse por qué, hasta cuando uno de los vecinos se los explicó hace 40 días.

   El 12 de diciembre le dijeron que en un almacén del centro estaban necesitando un Papá Noël con máscara, para pagarle cincuenta pesos por la temporada, y le advirtieron quienes le hicieron el anuncio, que él podría cobrar doscientos, por ser un Papá Noël verdadero. (…)

1-       Juguetes para adultos

El periódico El Heraldo de Bogotá  publicó este artículo el 26 de diciembre de 1950, con el título “Juguetes para adultos”. Allí Gabo reconstruye la ansiedad de los niños y los adultos que esperan el 25 de diciembre para abrir los regalos que les ha traído el Niño Dios. En el caso de los adultos, esa ansiedad viene acompañada del deseo de recuperar, al menos por un instante, la infancia perdida por la seriedad y la indiferencia que impone la vejez en la vida de las personas. Aquí Gabo sugiere la Navidad como una excusa para dejar de ser adultos.

Las personas grandes han inventado el veinticinco de diciembre para jugar con los cachivaches que el Niño Dios ha traído a los pequeños. A las doce de la Nochebuena, lo adultos andan por la casa, midiendo la lenta y esperanzada respiración de los niños, sin poder contener los deseos de dar un fuerte redoble de tambor o sentarse a tocar en la sala el caramillo mecánico que ha permanecido en el armario desde la última quincena.

   (…)

   Es hora de que los adultos reconozcamos que lo más agradable que tiene la Navidad es la oportunidad que ella nos brinda para poder regresar, impunemente, a la época en que el mundo podía echarse a andar con sólo enroscar la cuerda de un juguete mecánico.

2-       Estas navidades siniestras

Fue la columna de opinión más crítica y sombría del nobel de literatura colombiano sobre la Navidad. Fue publicada en el diario El País de España el 24 de diciembre de 1980, víspera de Navidad, y retrata el consumismo y la actitud materialista que rápidamente ha ido penetrando en las navidades de los países latinoamericanos. Gabo arremete contra la hipocresía que se ve en estas fiestas y la decoración artificiosa (y absurda) de la navidad estadounidense en los ambientes tropicales. Una columna fuerte que todavía puede leerse íntegra en el archivo digital de El País.

Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tantos estruendos de cometas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos reales que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace 2.000 años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David. 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran.

   (…) mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural, el niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papa Noël de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad de nieve. En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen san Nicolás, un santo al que yo quiero mucho porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina. (…)