
Por: Francisco Flores Legarda
“Ni la vida ni la libertad ni la propiedad de ningún
hombre están seguras mientras los legisladores están en sesión.”
Mark Twain
Por el momento me es fasticioso escribir sobre los poderosos políticos, de cualquier parte del mundo, en especial los nuestros me atravo a afirmar como el caso de la Senadora Andrea Chávez Treviño y Diputada Lilia Aguilar Gil, ambas de Chihuahua, quienes se dicen que representan al pueblo, cuando en el caso de la Diputada Aguilar se trepa al pudio y se dice “marxista, lenista, cedepista, Harvarista para luego pelar con los “conservadores”, haya a invito a que cuando menos lea el libro “Marxista Comunista”. En el caso de la Diputada Chavez habla por si misma.
“Por que estos ejemplos”; es solo un ejemplo de como todos y cada unos de los legisladores no tienen la talla para representar un pueblo, menos a ellos mismos.
Solo emito comentarios pero a lo que voy.
El hombre de hoy, incluidos los poderosos de la tierra, los políticos o personas que gobiernan el poder económico, sigue teniendo pánico a lo sobrenatural, a la irrupción de Dios en sus vidas.
Si es verdad que los pastores son un elemento imprescindible en la historia de la Navidad, hombres duros, acostumbrados a los peligros del lobo y de los animales salvajes, personajes acostumbrados a la posibilidad de tenerse que enfrentar con ladrones y acostumbrados a la lucha y al peligro, y sin embargo fueron elegidos para que contemplaran directamente la irrupción de lo desconocido, de lo totalmente otro, lo imposible de identificar por ellos mismos. Se me ocurre una pregunta: ¿Quiénes podrían ser esos pastores en el mundo actual a los que la gloria del Señor los rodeara de resplandor hasta asustarlos y que tuvieran gran temor?¿Podrían ser algunos de los poderosos de la tierra?
¿Podrían ser los políticos esos hombres duros y rudos los escogidos para enfrentarse a la irrupción de lo desconocido? ¿Podrían ser los acumuladores y los que gobiernan desde el poder económico? ¿No están ellos también acostumbrados a enfrentarse con ladrones y con lobos o fieras salvajes? ¿Podrían ser todos ellos los elegidos esta Navidad para que contemplaran lo totalmente otro? Os puede parecer una banalización del tema, pero ¿qué ocurriría si esto ocurriera?
¿Por qué la gloria de Dios y su resplandor no alumbra a los políticos, a los poderosos, a los acumuladores o personas opresoras e injustas para ver si llegaban a experimentar el miedo? ¿Qué ocurriría? ¿No pueden existir huestes celestiales que elijan a un grupo de estas personas bregadas en la lucha dialéctica y con la responsabilidad en sus manos de poder cambiar el mundo? Los pastores, hombres rudos y quizás violentos, se asustaron. Tuvieron gran temor… y tuvieron también una buena capacidad de respuesta desde su rudeza y entrenamiento para enfrentarse a ladrones o lobos salvajes.
Es cierto que los pastores tuvieron miedo de lo sacro, de lo totalmente otro, de la presencia del más allá. ¿Ayuda el miedo a cambiar y a ser responsable ante lo justo y lo bueno? ¿Crees que no estaría mal que los poderosos, los políticos y otras personas que asumen el poder económico y social en el mundo temblasen ante el resplandor de la gloria de Dios que se les manifestara como los elegidos entre tantos humanos? Ojalá que este tipo de miedo estructurara de una manera clara el mensaje de Dios a los hombres y éstos actuaran en compromiso con las noticias recibidas que pasarían de ser temerosas a ser de gran gozo.
Yo creo que el hombre de hoy, incluidos los poderosos de la tierra, los políticos o personas que gobiernan el poder económico, sigue teniendo pánico a lo sobrenatural, a la irrupción de Dios en sus vidas. Por eso pudiera ser una buena experiencia que ellos fueran los elegidos para ser cubiertos por la gloria y el resplandor de Dios. Quizás ésta sea una de las necesidades del mundo hoy. Una nueva Navidad. Que estos hombres cambiaran por la contemplación de ese resplandor y responder sin que preocupe el ridículo que pareciera sonar en el contexto del mundo hoy.
Lógicamente, si los políticos o poderosos del mundo recibieran este mensaje de que Dios irrumpe en el mundo, tendrían que recibir también el otro mensaje navideño: El mensaje es “para todo el pueblo”. Algo universal, sin excepciones de ningún tipo. Sí, porque el mundo tiene que cambiar. ¡Comunicad esa nueva Navidad a todos! ¡Dejad que el mundo sea redimido!
Los rudos pastores, ante la irrupción de lo desconocido, corrieron a adorar. Difícil tarea para los poderosos, para los políticos de turno. Tendría que cambiarles mucho el resplandor y la gloria de Dios… pero todo es posible para el Señor.
Quizás con esta experiencia se romperían muchos de los parámetros y valores del mundo. Saltaría en pedazos el concepto de clase. ¿Cómo desde esa irrupción de lo eterno a los poderosos, a los políticos y sabios del mundo podría existir más de medio mundo en pobreza? ¿Acaso desde esta experiencia podría seguir existiendo la opresión y el saqueo de los pobres, el despojo de los débiles? Esa irrupción a estos elegidos tan especiales, podría cambiar el mundo. Además, ¿cómo desde esta experiencia podrían existir los racismos, las xenofobias, el desprecio de las culturas u otras situaciones de indignidad? La Navidad, así, podría romper las clases sociales, las barreras y las distancias culturales, las diferencias entre ricos y pobres. Para esos políticos ya no existirían ni razas, ni color, ni nacionalidad, ni lengua, ni culturas aceptadas o culturas rechazadas. Buscarían la justicia. Sería la irrupción a través de ese resplandor y de esa gloria, de un mundo nuevo.
¡Poderosos del mundo! ¡Políticos! ¡Gestores de los medios económicos del mundo! Os deseo esto: Que captéis el resplandor de la Navidad.Que emerja una Navidad nueva, una Navidad solidaria, redistribución de riquezas, aniquilación de guerras y de violencias. Ya no habría ni vencedores ni vencidos. Los únicos ejércitos que existirían serían las fuerzas del bien. Sería dar un paso hacia la nueva Jerusalén que desciende del cielo. Si los poderosos de la tierra captaran así el acontecimiento a celebrar en estos días, el mundo podría cambiar. El espíritu de la Navidad nos podría llevar a redistribuir las riquezas y eliminar el hambre del mundo, se derrumbaría todo tipo de prejuicios de raza o de cultura y aniquilaría las guerras y las violencias. Sería entonces cuando el mensaje navideño sería por los siglos de los siglos: “En la tierra paz”.
Salud y larga vida
Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de la UACH.
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