Opinión

El pueblo triste.

Por: Francisco Flores Legarda

Vivo en un pueblo triste donde se respira la tristeza, donde el tiempo no pasa y se hace oda a la pereza. El emperador como todo mitomano se quedo. Recordemos que López Obrador siempre dijo que terminando su mandato se iria a su rancho, lo cual no fue sierte: “Continuare en la Ciudad de México en cuanto me acostumbre”. Acostumbrarse a que. Se dice amante de la naturaleza, para que tanto pensarla, sería más feliz en bellas tierras de Tabasco, meciendose en una amaca, esperando que la presidente en turne y su gabinete se presenten para dar cuentas y consejos para gobernar. Cuidar sus dominios.

Se dice que el dos de junio fue un refrendo para la contuinida de Morena y López Obrador, perdon la presidente Claudia Sheinbaum. El esquema de gobierno hasta el momento es el mismo, podriamos afirmar que apenas tiene un par de dias, pero tienen muchos años juntos, no muy separados.

Las encuentas fuero claras cerca del sesenta por cierto estan en el animo del ahora expresidente. Esto es bueno convencio a la gran mayoria de los mexicanos. En las elecciones Morena arrazo ante un “oposición” que solo saben que existen. Las frases y desiganciones que hizo de los ciudadanos y periodistas, solo provoco division entres nosotros. Fifi (rico) Chairo (pobre), esto me molesta porque hacer difencias hormonales más que razonadas. Donde queda la clase media alta y baja, sobre quienes soportamos la gran cantidad de impuestos. También somos pobres y olvidados para AMLO ni en la mañaneras nos menciono.

Las casas de este pueblo enseñan La Riqueza ya pasada y que ahora se marchita mas. La Riqueza nadie sabe cómo se fue, ya nadie se acuerda de ella más que las paredes y las columnas inmensas a las cuales se les cae la pintura. Mis padres no vivieron esa época, mis abuelos no la recuerdan. Pero eso si: “los de antes eran corruptos, neoliberales y demás letanias”. Se compara con Lazaro Cardenas, un hombre de Estado, quien porciento fue parte de la refundación del PRI, eso es otra cosa.

Yo asomado en el balcón veo el tiempo pasar, lo siento cada media hora en las campanadas del reloj de la iglesia a la que van los que poco creen. El día tiene 24 horas y cada hora es igual a la del día anterior. La venta de pan matutino, los niños a la escuela, los viejos a la bodega, el sol de mediodía, la tarde dormida, el ómnibus de obreros, los juegos hasta oscurecer, la noche y el silencio, todo sigue igual.

Me duele ver al Poder Judicial Destrozado, los magistrados, jueces y funcionarios púplicos de carrera, en las calles, exigendo respeto a sus derechos, pero los poderos con todo el poder que les dío el pueblo, deben de ser electos de manera domocratica; es decir el poder enconomico, politico, deliencia organizada, caziques, con todo el poder del Estado.

El tiempo pasa y lo veo pasar desde mi balcón, veo las flores nacer y las hojas marchitarse. Lo único que marca que todavía estamos es este país es el ómnibus de trabajadores. Pero lo único que verán de mi pueblo será el cartel de Bienvenidos y el de Vuelva pronto, y tal vez una foto a un viejo del parque. Pero nunca vinieron de verdad, y menos volverán. Y tampoco escucharon las historias repetidas de los viejos del parque. Pero ese ómnibus de cristales oscuros dice cada día que estamos en este país, solo por los 4 minutos que toma cruzar el pueblo, que aun existimos.
Aquí la vida se va apagando como las luces del parque al amanecer. La sonrisa ya nadie la convoca. Los cumpleaños son iguales, hasta los regalos parecen regalarse de unos a otros. La música del empezar cambia, pero siempre se termina con la misma. Políticos van políticos vienen y el pueblo sigue igual, pero con todo el poder del Estado despues del dos de junio. Se olvida que la democracia empieza despues de las elecciones no antes

El único diferente es el parque, santuario y refugio. Los novios que solo ahí lo son porque nadie los ve en la glorieta del centro; los niños corriendo, cayéndose, llorando y volviendo a correr; los mismos chistes repetidos con la misma risa inocente; las mismas historias de los viejos agrandadas cada día más, repetidas más grande por los niños; la guitarra esposa del buen alcohol madre de canciones diferentes. Pero cruzando la calle del parque silencio, y la campanada del reloj de la iglesia cada media hora.

Yo sé, sentado desde mi balcón, lo que piensan todos los que van en el camino de trajadores. ¿Cómo pueden ellos vivir en ese pueblo triste con tanta tristeza? Y también se la respuesta que siempre le dan. Ellos no han conocido otra cosa. Y se equivocan, solo vivimos en un pueblo triste con mucha tristeza, no en otro planeta. ¿La razón de vivir aquí? Esa nadie la sabe, como no sabe el reloj por qué da la hora, como no sabe el pez que vive en el agua.

Me duele la injusticia que vive el Poder Judicial. No esta muerta. Si La Justicia hablara, gritaria en su defensa, por fortuna sus hijos lo hacen. Los mortales debemos apoyar a los impartidores de justicia, son un pilar la democracia.

Salud y larga vida

Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de la UACH.

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Escrito escrito a cuatro manos. Francisco Flores Aguirre – Francisco Flores Legarda