Opinión

Justicia social, bien común y bienestar.

Por. Moisés Alvarez Palacio.

En México, tres partidos han marcado el rumbo del país con narrativas distintivas: el PRI gobernó durante 77 años (1929–2000 y 2012–2018); el PAN  gobernó por 12 años (2000 – 2012); y MORENA gobierna desde el 2018 hasta la actualidad. Cada uno ha generado su identidad en torno a eslóganes políticos: el PRI  la justicia social, el PAN el bien común y MORENA el bienestar. Estas frases, más que simples eslóganes, reflejan proyectos de identidad partidista, aunque con resultados que demuestran y evidencian la distancia entre el discurso y la realidad.

El PRI y su justicia social prometieron reducir desigualdades mediante un Estado fuerte. Su retórica de justicia social se materializó en políticas como la reforma agraria, la educación pública gratuita y la nacionalización del petróleo. Sin embargo, con el tiempo, este discurso se convirtió en un instrumento de control: sindicatos corporativizados, clientelismo y programas sociales condicionados a lealtades políticas. En los años 80 y 90, bajo presidentes como Carlos Salinas, el partido abandonó su eje social para abrazar al neoliberalismo con privatizaciones, el tratado de libre comercio y recortes al gasto público. Así, la justicia social quedó solo en palabras, además de mostrar un gobierno autoritario y corrupto.


El PAN surgió como alternativa conservadora al PRI, basando su ideales en una doctrina humanista y democrática. Su eslogan político el bien común iba más encaminado al liberalismo económico, la defensa de la familia tradicional y alianzas con la Iglesia. En los gobiernos de Fox y Calderón, impulsó programas como Oportunidades y una guerra contra el narcotráfico que priorizó la fuerza sobre los derechos humanos. Sin embargo, sus políticas apoyaron a las élites empresariales y eliminaron o modificaron regulaciones que afectaron las contrataciones y despidos de los trabajadores dando mayores beneficios a las empresas. El bien común panista, se caracterizó por mantener estancado el mercado interno y con ello los bajos salarios, lo que afectó negativamente la capacidad de las personas para acceder a bienes y servicios básicos, logrando una desigualdad social.


MORENA llega al poder en el 2018 con un discurso rupturista, prometiendo acabar con el neoliberalismo y garantizar el bienestar mediante un Estado benefactor. Incluyó programas universales (pensiones para adultos mayores, becas para jóvenes) y aumento al salario mínimo. Una de las críticas más fuertes de este modelo es la centralización del poder, el debilitamiento de instituciones autónomas y un gasto público cuestionado por su sostenibilidad.  El bienestar, pese a su retórica transformadora, tiene resultados debatibles y cuestionables.


No importa quien gobierne una alcaldía, un  Estado o la Republica, lo importante es que se vean resultados tangibles más que perceptivos, además  se necesita de una ciudadanía más participativa, informada y crítica, que sea capaz de exigir rendición de cuentas. México no avanzará con palabras, sino con instituciones fuertes, gobiernos honestos y una ciudadanía que actúe día a día, no solo en las elecciones.