Por: Manuel Narváez Narváez
Email: narvaez.manuel.arturo@gmail.com
Penoso, muy penoso, el argüende por la inscripción para ser jueces, magistrados y ministros de la corte. En minúsculas.
Desde que el régimen comunista de Morena decidió destruir la república como la conocíamos hasta septiembre de 2024, y construir sobre los escombros su torcido concepto de nación, las disputas por las plazas del Poder Judicial están más encarnizadas que un pleito de vecindad por pasteles de Costco.
Hay ofendidos por las formas que usó la artificial mayoría ovejuna adicta a López Obrador, para elegir a los nuevos miembros del Poder Judicial por la vía del voto popular, y lamentan la eliminación de los exámenes de oposición y la carrera judicial para ser jueces, magistrados y ministros.
Antes, para elegir a los ministros de la corte el titular del Poder Ejecutivo federal enviaba a sus favoritos (as) al Senado de la República, para ser votados por mayoría calificada, pero si no se conseguía a la tercera que era la vencida, el presidente, como lo hizo AMLO, que se decantó descaradamente por Lenia, del clan Batres.
Como anecdotario recuerdo que en mis andares por el Poder Legislativo local 2004/2007, la procuradora fue votada por consenso, al igual que varios magistrados, incluso parientes de otros que ya lo eran o que rifaban en las altas esferas de los tres poderes. Ni chance de conocerlos o estudiarlos.
Así ha corrido la trama siempre. Salvo honrosas excepciones, que las hay, la elección de los meros meros del Poder Judicial son acuerdos cupulares entre el Poder Ejecutivo en turno y las bancadas legislativas hasta completar la mayoría calificada. El PT peleó hasta la intendencia.
En otro momento oscuro, César Duarte armó su trabuco judicial, tal vez anticipando que le caería el chahuistle. En ese cochinero hicieron magistrados a exdiputados que todavía abrevan de esa ubre tan deseada.
Luego llegó el peor góber en la historia de Chihuahua, y también hizo su chiquero. El hoy prófugo de la justicia y vulgar traidor de valores y principios, convirtió al Poder Judicial en su corralito de venganzas.
Javier Corral usó a jueces y magistrados de consigna elegidos por un Congreso local abyecto y servil a los designios del paseño, para perseguir a su antecesor y a la que le sucedió en el gobierno estatal.
Con Maru, el multipluri de todos los chiles simplemente se la peló, y no sólo eso, sino que los chihuahuense no se tragaron el anzuelo y la eligieron gobernadora.
La manipulación del Poder Legislativo por parte del titular del Ejecutivo Estatal para imponer jueces y magistrados, como lo hicieron Duarte y Corral en Chihuahua, al igual que Ernesto Zedillo, Calderón, Peña Nieto y AMLO, en lo federal, ha sido la constante tentación por controlar el Poder Judicial e imponer a incondicionales, y no es diferente a como lo pretende Morena.
Llama la atención que un singular sector de la clase política y empresarial se rasgue las medias cuando cuestiona el legítimo derecho de quienes se han inscrito para buscar ser electos como jueces, magistrados y ministros.
Los nombres de los que se han apuntado para la carísima elección son juristas con trayectorias y carreras judiciales como las de los que llegaron por palancas con el poder.
Los que se lanzan contra los “traidores” que se inscribieron, la neta no tienen vergüenza. Están cayendo en lo mismo que se le cuestiona a Morena de presumir que son puros y castos -ajá-; ambos bandos tienen tatuada la componenda.
Son de dominio público las prácticas en las que jueces y magistrados, locales y federales, en contubernio con despachos afines, adecúan sentencias para cobrar tajada adicional a la de por sí suculenta dieta que ronda entre 1.8 y 2.5 millones pesos anuales. ¿Or not?
Por otro parte, el nepotismo y los clanes enquistados en los tres poderes y en los tres órdenes de Gobierno no van a desaparecer con Morena. Son legados de los gobiernos del Prian perfeccionado por los engendros del viejo régimen tricolor, esencialmente.
Bajo estas premisas, resulta absurdo tachar de traidores a los que van a participar en los procesos de elección de jueces, magistrados y ministros que, efectivamente, resolverán de entonces en adelante con perspectiva morena; cuando algunos de los “indignados” fueron votados por consigna y sin méritos éticos.
El Poder Judicial moreno no le abona a la justicia, por lo contrario, lo denigra aún más. Quién en su sano juicio se traga el embuste de Andrés y Claudia que no conocen la honorabilidad, cuando acusan de corrupción del Poder Judicial, si su cogobierno es el más corrupto del que se tenga memoria.
Pasadas las elecciones judiciales estaremos viendo las nuevas sentencias por consigna.
Por ahí andarán coyoteando en los juzgados y en las salas desde exdiputados afines hasta litigantes otrora tricolores, hoy guindas. Sin olvidar que el demonio del edén y el imbécil de Zacatecas mecerán la cuna de la (in)justicia.
Lamento reconocer que México está peor que antes, porque se sustrajo del escrutinio, de la transparencia y de la justicia que operaba a medias, pero era funcional.
Lo deseable hubiese sido cortar las manzanas podridas, que se investigara y castigara la corrupción y el nepotismo, pero no, tristemente una mayoría ignorante e irracional prefirió refrendar el poder absoluto a aquél, a través de la ventrílocua de quinta…generación.
Es cuanto.