Por: Francisco Flore Legarda
¿Te parece una buena vida vivir
engañando a quien te engaña?
Jodorowsky
Por mucho que se haya criticado el camino erróneo en las reformas impulsadas por López Obrador, ratificadas por la presidente y aprobadas por el Congreso de la Unión, esta consumado salvo que organismos internacionales emitan recomendaciones que las reforma División de Poderes, el ahora si Estado mexicano (Morena), en ninguna circunstancia tendrán movimiento alguno, como dicen luego, a ver qué pasa dentro de ochenta años y más.
Sin más preámbulo deseo compartir algunas ideas e intercambios con mi padre UNGA.
Ningún lector honesto de Nietzsche puede coincidir en todo con lo que éste pensó, ni siquiera él lo hacía. De hecho, al releer una vez más Ecce Homo, para mí su libro más terrible, muchas veces hay que hacer un esfuerzo descomunal de negación para disculpar o “no leer” ideas que son incómodas, incomodísimas, como por ejemplo lo que piensa de los judíos o de los derechos de las mujeres. Todo el tiempo repite que él (o su alter ego Zaratustra) es el primer inmoralista, el que el transvalora todos los valores, el que danza como un ser enajenado por Dionisio. El lector no le cree del todo y se pregunta qué actos inmorales o de qué forma dionisíaca danzaba este tipo que no podía tomar ni siquiera una cerveza, que nunca se drogó y que vivía con cefaleas intolerables (el auténtico primer inmoralista nunca superado fue el marqués de Sade, sin duda). Cuestiono un poco toda esta “autopercepción” nietzscheana porque fue Nietzsche el que derribó de modo irreversible una forma de hacer filosofía y por ende una forma-de-vida fundada en el ascetismo, la moderación, la defensa del Bien, todos elementos orgánicos de lo que se entendió por “buena vida” durante milenios, desde Aristóteles hasta Nietzsche y más allá. Ahora bien, al fin de cuentas, ¿qué se entiende por este concepto tan importante de “buena vida”? Como lo esta viviendo el pueblo de México.
Para nosotros, nodos de información en la sociedad del espectáculo, el término “buena vida” (no diría que ahora siga siendo un concepto) remite casi a las antípodas de lo que significaba en el origen griego de la cultura occidental y del pensamiento filosófico. Para nosotros la “buena vida” es la vida de la abundancia, la de los ricachones, la de los que acumulan un capital que les permite vivir no solo más allá de las necesidades, sino también más allá de tener que estar haciendo cuentas para gastar o no gastar. La “buena vida” es una vida abundante, rodeada de confort, incluso de lujos. El único límite válido que conocemos para dejar de adquirir es el de nuestra tarjeta de crédito. La estrella del espectáculo, el famoso, el
instangramero llevan una “buena vida”. No estoy escribiendo ninguna novedad, habitamos la siniestra sociedad del consumo, cuya esencia es su capacidad de convertir cualquier cosa (cualquier cosa propiamente dicha, cualquier experiencia intransferible, cualquier valor incuestionable, cualquier individuo singular) en una mercancía capaz de ser reemplazada por otra idéntica (el eterno retorno de lo diferente). Tal la potencia de nuestra memoria: recuerda apenas lo que tiene presente. La “buena vida” es una vida acolchonada en todos los objetos con los que nos rodeamos. Una “buena vida” es una vida dependiente del aire acondicionado y de las “novedades” que se exhiben en las redes virtuales, como antes se exhibían en la tele y antes, para Walter Benjamin, por ejemplo, lo hacían en las vidrieras de las galerías parisinas. ¿Por qué no?.
Frente a este panorama desolador, que algunos teniamos la esperaza de que México fuera un país fuerte¿qué hace el filósofo del pueblo? Una opción es añorar el pasado (un pasado que posiblemente nunca haya existido), como si en los tiempos esclavistas de Aristóteles se hubiera vivido mejor que en nuestro tiempo democrático, tolerante y conformista. Ni siquiera tenían heladera en aquellos años, mucho menos toda la parafernalia espectacular con la que nosotros animamos nuestra vida aburrida. Otra opción, muy difundida, es detestar la época que nos tocó en suerte y proyectar utopías de lo que sería una buena vida si nuestra vida no fuera tan egoísta, tan consumidora, tan abocada a proporcionarnos placer como a rechazar el dolor —una “buena vida” es una vida indolora, pues en el fondo no nos preparan para arrostrar el riesgo ni para enfrentar el sufrimiento, que cuando llegan (siempre llegan), nos devastan.
Cada uno puede interpretar lo que quiera, sea lo que sea que esto signifique.
Salud y larga vida.
Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de la UACH.
@ profesor_F