fuente: excelsior
El Día de Muertos es una de las celebraciones más ricas de México y una de las caras que nuestro país presenta al mundo.
Con puntos clave como las ofrendas —conocidas también como altares, en algunas regiones— los mexicanos recuerdan a sus seres queridos fallecidos y esperan el retorno de su alma al que fuera su hogar, para convivir y comer juntos una vez más.
Ofrendar, en el Día de Muertos, es compartir con los difuntos el pan, la sal, las frutas, los manjares culinarios, el agua y, si son adultos, el vino. Ofrendar es estar cerca de nuestros muertos para dialogar con su recuerdo, con su vida. La ofrenda es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria”, indica en su sitio web el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas.
A lo largo del país, las ofrendas cuentan con elementos siempre presentes: las veladoras, las flores, sobre todo cempasúchil, comida como la fruta, el agua y la sal.
Sin embargo, en cada estado existen singularidades y elementos únicos para recordar a los queridos difuntos.
Por ejemplo, en casi todo el país la comida que se sirve a los muertos permanece en el altar durante los días de la celebración; sin embargo, en la región de la Huasteca es común que a los difuntos se les ofrende al menos tres veces al día, desayuno, comida y merienda.
Mientras que en otras regiones de México, como Michoacán y pueblos de la Ciudad de México, la celebración no es dentro de las casas, sino en los panteones. Así, la ofrenda y la convivencia con los muertos se da en su última morada, las tumbas.