Por: Manuel Narváez Narváez
Email: narvaeaz.manuel.arturo@gmail.com
Se ve, se siente, el espíritu navideño está presente.
A mi siempre me ha gustado echar el rol por el centro histórico -a veces histérico- de la ciudad.
Mi gusto por la historia e imaginar la vida a principios del siglo pasado, o desde que se construyeron las edificaciones que aún continúan de pie, es un deleite para la imaginación.
Como lo he hecho por más de 40 años, disfruté de un domingo paseándome por las calles peatonales de la capital del estado.
Con el pretexto de relevar unos zapatos visité varias de las zapaterías que existen en el primer cuadro de la ciudad, y recorrí desde la Ocampo hasta la Plaza Hidalgo, y desde la Aldama hasta la Libertad.
Huelga decir que había muchísima gente realizando sus compras decembrinas; las tiendas lucían atestadas.
La calle Victoria y la Plaza de Armas albergan puestos de antojitos y bebidas, locales y foráneos, y otros que ofrecen artesanías, dulces tradicionales y vestimenta para la temporada invernal.
Infaltable el Santaclós para la foto en la “Liber”, el grupo musical que ameniza junto al edificio Guízar, sobre la avenida independencia, cuyo ritmo invita a mover el “bote” a muchos de los congregados.
El jolgorio y la algarabía seducen mientras un bolero lustra mis Flexis estilo bostoniano, en uno de los tradicionales bancos recién remodelados por Bonilla, en los que los artistas del calzado hacen lo suyo.
El árbol navideño frente a la presidencia municipal engalana en centro neurálgico de la ciudad.
También el aroma de los platillos que se cocinan en las pequeñas estufas inunda la plaza. No me hago del rogar y me formo en la fila para adquirir un pan de nata relleno de lechera, en tanto pido un agua de horchata en el puesto contiguo.
Con los zapatos llenos de brillo y la panza satisfecha tomé rumbo a la renovada Plaza Merino, no sin antes doblar mis rodillas dentro de Catedral para agradecer por la dicha de vivir.
Hay que decirlo, la plaza quedó muy bonita. Dicho espacio es toda una tradición para los adultos que van a tomar el sol, cuando hace frío; para chutarse una orden de los clásicos tacos de papadillo en la esquina, o un panecito y un chocomilk, en el puesto de “Kiko Martínez, ya fallecido.
Como la ranfla la dejé estacionada sobre la Aldama (fue a propósito), me regresé por la calle Victoria para darme la vuelta hasta la Plaza del Ángel.
Antes de la séptima, ahí sigue Super tortas, donde tantas veces comí con mi amor de estudiante, porque era de lo que único que me alimentaba.
Giré hacia la derecha para tomar la Aldama y pasar por Revistas “Loya”, donde me recetaba un sándwich con soda, y compraba revistas para acrecentar mi acervo cultural, como Muy interesante, Contenido y a veces el Playboy por sus interesantes artículos de moda. (Ajá).
Desde la esquina de la Aldama y V. Carranza se aprecia majestuoso el árbol navideño, una rueda de la fortuna de buena altura, otros juegos mecánicos y la pista de patinaje.
Largas filas de niños, jóvenes y familias esperan para disfrutar de las emociones fuertes y del ambiente festivo que trae la Navidad.
La neta que sí disfruté este paseo dominical en el primer cuadro de la capital chihuahuense, el que por muchos años fue mi lugar de trabajo.
Estos son tiempos de retomar los motivos para agradecer y reconciliar. De olvidar lo que nos divide, de abrazar a nuestros seres queridos y de acurrucar el perdón en el corazón.
Es cuanto.
P.D. No dejen de ir al centro, vale la pena, en serio.