Opinión

Pueblo cómplice de un régimen de barbarie.

Por: Manuel Narváez Narváez

Email: narvaez.manuel.arturo@gmail.com

Resulta increíble y paradójico que en una nación donde su líder tiene la supuesta aprobación del 85% del populi, el otro 15% vive aterrado y sufriendo las consecuencias de la inseguridad y las prácticas terroristas más brutales del crimen organizado.

Los espeluznantes indicadores en materia de seguridad, salud y economía, la columna vertebral de desarrollo y crecimiento de una nación, no corresponden al discurso festivo oficialista ni al estado de ánimo que, según los que acaparan las mediciones del sentir del pueblo, llámese Roy Campos (Consulta Mitosfky), El Financiero o Reforma, tienen a los mexicanos muy felices y satisfechos con su gobierno.

La narrativa de la titular del Ejecutivo federal que, como su antecesor, la pontifica con largas letanías en horas de trabajo de lunes a viernes, se asemeja a la de los musulmanes -con el debido respeto a sus creencias- que son convocados cinco veces al día para orar a través de potentes altavoces en todas las ciudades y pueblos.

Son 54 los países que, como en México, se sostiene la verdad oficial por encima de cualquier disidencia de opinión. Corea del Norte, Cuba, Rusia, China, Afganistán, Irán, Nicaragua, Venezuela y Arabia Saudita son los más emblemáticos.

En redes sociales y plataformas digitales abundan videos propagandísticos para ensalzar la figura máxima de Nicolás Maduro y Kim Jong-un, al igual que lo hace el régimen mexicano para entronizar a la presidenta, con el fin de sofocar los miedos de la población y ocultar las calamidades que dejan sus malas decisiones.

Narcotizar al pueblo con choros y demagogia para llevarlo a la abyección y al paroxismo tiene el propósito de esconder o minimizar las tragedias como las que sangran y enlutan a nuestro país.

El aparente éxito popular se debe a las dádivas disfrazadas de programas sociales fondeados con la deuda más histórica que nunca, las que nublan la vista y la razón del supuesto 85% de adictos al régimen que no ven los ríos de sangre de los más de 213 mil ejecutados por el crimen organizado en seis años y cinco meses.

¿Será que las transferencias de 6 mil o tres mil pesos bimensuales, según sea el cliente electoral, compran la conciencia de 36 millones de mexicanos para enmudecer y borrar de la mente las más de 50 mil personas desaparecidas en el sexenio anterior y 4 mil 500 en lo que va de éste?

¿Qué tan grande será la mediocridad, el resentimiento y la mezquindad de quienes se benefician de los recursos que pagan los contribuyentes, como para sustraerse del sufrimiento de las víctimas de los hornos crematorios de Jalisco y Tamaulipas; de las madres buscadoras en narcofosas de Chihuahua, Sonora, Coahuila y Edomex; de los muertos en balaceras de Tabasco; de la narcoguerra en Sinaloa, Guanajuato, Chiapas, Guerrero y Michoacán?

¿Cómo fue posible que la inmensa mayoría artificial volteara a otro lado cuando los medicamentos dejaron de surtirse en el IMSS y el ISSSTE -PCE por ahí anda también – y las familias con niños con cáncer que fueron estigmatizados por exigir sus tratamientos y medicamentos, y ahora los quieran consolar con 6 mil 400 bimensuales?

¿No les da pena que el miserable crecimiento económico de los últimos seis años sea menor a los raquíticos durante los gobiernos conservadores?.

Hoy las momias de Guanajuato se multiplican por millones frente al precio de la gasolina, la canasta básica y la paridad del peso frente al dólar, pero cobran vida cuando son convocados a defender la soberanía y la dignidad del pueblo en lastimeros festivales en el zócalo de la CDMX.

Puedo entender a los pueblos sometidos de Corea del Norte, Rusia, China, Arabia Saudita y Cuba que llevan generaciones desde que les arrebatan los sueños y les restringieron sus derechos humanos, pero no a los pueblos de Venezuela, Nicaragua, Afganistán e Irán que se creyeron el cuento de los comunistas, de los teocráticos y los populistas que, pese a las advertencias, acudieron a las urnas en masa para elegir a sus verdugos.

De mis compatriotas lamento que, aun y cuando obtuvieron educación, empleos muy mal pagados, sin duda, construyeron o adquirieron vivienda con intereses leoninos ciertamente, viajaron y vacacionaron con relativa calma y sin tanto miedo como ahora, padezcan alzheimer colectivo frente a la brutal realidad que nos coloca entre los países más corruptos y endeudados del planeta.

Es una tragedia absoluta que los sordomudos de temporal hayan permitido la destrucción de la república, peor aún, vayan a las urnas una vez más como rebaño ovejuno y con sus listas preaprobadas para ofrendar a la presidenta el más servil y funesto poder Judicial en la historia de México.

Esta realidad de indolencia que estamos viviendo sólo encuentra explicación en la orfandad de vergüenza, de principios y de valores de un pueblo mediocre, resentido y mezquino.

Es cuanto.