Opinión

Gatopardismo.

Por: Luis Villegas Montes

Ando elegante, estas líneas se titulan como queda apuntado: gatopardismo; igual se podría haber llamado: “la misma gata pero revolcada”.

“Gatopardismo” es una palabra que deriva del italiano “Gattopardo”, que sirve de título a la novela de un escritor italiano: Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa; la novela trata de la decadencia de la nobleza siciliana en la época de la unificación italiana y narra el matrimonio del sobrino de un viejo príncipe con la hija de un burgués (plebeyo) de la región; el viejo noble decide promover el matrimonio a fin de que su clase social (en decadencia) se una a sus enemigos de siempre, convertidos ya en la nueva fuerza política dominante. Desde entonces, la expresión gatopardismo se usa para identificar una actitud característica: “cambiar todo para que las cosas sigan igual”.

Escribo, pues, desde un lugar muy incómodo: La indignación.

La indignación es penosa; no es como el coraje, la furia, la rabia. La ira es intempestiva, arrolladora, exultante; fácil porque, a su paso, la cólera barre con todo y —aunque luego uno se arrepienta— por lo pronto, y como gorda en tobogán arremete, con lo que se le cruce enfrente y luego averigua —como dicen que hacía la policía porfirista—.

La indignación, en cambio, es más solemne porque nace del agravio; la indignación es un llamado a la lucha; no es un asunto al que se vaya, lo llevan a uno. Así ando: remolón en mis aflicciones, triste, molesto, ofendido.

¿Por qué?

Porque se acaba el sexenio, pero no.

Mire usted: entendido el ser humano como ser gregario por naturaleza, tenemos que el quehacer político, desde la antigua Grecia, reconocía, y distinguía, entre el ciudadano e idiotés (aquel que decidía no participar en los asuntos públicos atento solo a sus negocios privados). Al respecto, Pericles se lamentaba de los idiotas, esos indiferentes a lo que era propio de todos. Dice Pericles (Tucídides, en realidad), en su célebre discurso fúnebre respecto al código no escrito, aquél que no se ha plasmado en la ley: “Contra este temor está nuestra principal salvaguarda, enseñándonos a obedecer a los magistrados y a las leyes, particularmente las relativas a la protección de los agraviados, ya sea que estén en el estatuto o pertenezcan a ese código que, aunque no escrito, no puede ser […] roto sin vergüenza reconocida”; pues bien, nos ha tocado vivir una época en que rompemos todos los códigos sin vergüenza ni pudor alguno.

Termina el sexenio y, a tambor batiente, después de casi seis años de un ridículo tras otro, de mentiras sin cuento, de excesos desmesurados, de saqueos brutales, de endeudamiento recurrente, de crímenes inenarrables, de cientos de miles de muertos debidos al régimen, de corrupción rampante, en fin, del peor gobierno de la historia de México, millones de compatriotas festinan que se vaya Andrés Manuel y llegue Claudia.

Idiotas, perdidos en sus propias viditas, hurgando en sus miserias, ni siquiera entienden lo que está por venir. No columbran que “el segundo piso de la 4T” no es tal. Claudia es continuidad, sí; pero esa continuidad no es para bien; más aún, más que continuidad Claudia es continuación, es más de lo mismo: un ridículo tras otro, mentiras sin cuento, excesos desmesurados, saqueos brutales, endeudamiento recurrente, crímenes inenarrables, cientos de miles de muertos y corrupción rampante. Eso es Claudia, una mala copia del loco que se despide.

De ahí mi indignación.

Querida lectora, amable lector, si usted votó por ellos, no tengo palabras para expresarle mi reproche, insúltese usted solo con la peor injuria de que sea capaz; si no, haga como yo, ármese de valor y apreste el acero y el bridón. La lucha no ha terminado; de hecho, recién comienza.

Contácteme a través de mi correo electrónico o sígame en los medios que gentilmente me publican, en Facebook o también en mi blog: https://unareflexionpersonal.wordpress.com/

Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.comluvimo6614@hotmail.com