Por: Moisés Alvarez Palacio
El síndrome de burnout puede aplicarse a la sociedad cansada de la política, debido a que el entorno político se ha caracterizado por la confrontación, la corrupción, la falta de progreso y la polarización. Sin duda alguna, algunos ciudadanos experimentan síntomas similares a los del burnout.
Por ejemplo, la sensación de agotamiento emocional podría manifestarse en una apatía generalizada hacia la participación en los procesos electorales porque hay una desconexión emocional de los problemas políticos o una sensación de desesperanza en cuanto a la capacidad del sistema político para resolver problemas de salud, inseguridad, educación y otros tantos más.
La falta de eficacia en el trabajo, otro síntoma común del burnout, se refleja en la percepción de que los gobernantes y los “líderes” políticos no representan adecuadamente los intereses de la sociedad, lo que provoca un desinterés por participar en los “procesos democráticos”.
El cinismo y la irritabilidad, también asociados con el síndrome de burnout, podrían surgir como respuesta emocional a la retórica polarizada, la falta de transparencia en el gobierno o la percepción de que los políticos están más interesados en su propio beneficio que en el bienestar de la sociedad. Por supuesto, que los síntomas antes mencionados no lo sufren los políticos que buscan satisfacer sus intereses personales, ya que solo están para seguir viviendo del erario público, como siempre lo han hecho.
Este síndrome se está infiltrando en la sociedad, especialmente entre aquellos que están fastidiados por el lenguaje y la argumentación promovida por los políticos corruptos, mentirosos y traidores. La política, debería ser el camino para un cambio positivo y la mejora para la sociedad.
Sin embargo, ese camino ha llevado a un campo minado de desilusión, desencanto, malestar, insatisfacción y desacuerdo por las malas administraciones públicas que tenemos, aunado a las constantes noticias y debates incendiarios en las diversas fuentes informativas y redes sociales, lo que ha llevado a una sociedad harta de los políticos y sus partidos, acompañado de sentimientos de desesperanza y una actitud negativa hacia los gobernantes.
Estas constantes provoca en la sociedad un agotamiento crónico, un síntoma clave del síndrome de burnout. Existe un hartazgo político, que no solo se da en lo individual, sino que parece que se convirtió en una epidemia que se propaga rápidamente en la sociedad mexicana, gracias a la desconfianza en las instituciones políticas, la corrupción que no se ha erradicado y sobre todo que los “lideres” electos no representan los intereses del pueblo, más bien contribuyen hacia una sensación de desesperanza. La falta de resultados tangibles y la percepción de que prevalece la corrupción, la traición y las mentiras, solo agravan más el hartazgo político. Sin embargo, a pesar de lo anterior, no se debe perder la esperanza, es fundamental que los políticos reconozcan la situación y trabajen para reconstruir la confianza perdida.
La transparencia y la responsabilidad son elementos fundamentales para restaurar la confianza en el sistema político y fomentar un sentido de participación ciudadana. A pesar de todos los males que existen en este País la sociedad civil debe resistir la tentación de la apatía y ser partícipes en la construcción de un México más justo y equitativo y la mejor manera de hacerlo es asistiendo a votar en este proceso electoral, pero además de ello, ser exigentes con los gobernantes.