Opinión

Andy castiga a Chihuahua.

Por: Manuel Narváez Narváez.

Email: narvaez.manuel.arturo@gmail.com

Viajar a Ciudad Juárez por carretera es jugarse la vida. 

Me gusta visitar la frontera más Xhingona de MéXico, ya sea por placer o por trabajo, porque es placentero y disfruto el trato de su gente, provenientes de muchas entidades federativas que le dan ese toque distintivo de amabilidad que, sin duda, enriquece su cultura y fortalece su desarrollo dinámico.

Juárez es atractivo en muchos aspectos, no solo por su propia identidad fronteriza, sino también por ser una tierra con una historia envidiable que la convierte en un gran atractivo para los visitantes, pero también para quienes buscan oportunidades de empleo y quedarse a vivir ahí.

Desde que la conocí allá por 1986, conectada entonces por una carretera de dos carriles, uno de ida y otro de vuelta; hasta estos días han trascurrido 38 años, y aún me sigue gustando.

La extensión territorial, los contrastes sociales, el atractivo binacional, su vida nocturna, la comida, etc., la colocan, aún con los fuertes desafíos que la ponen a prueba todos los días, como una de las mejores ciudades de MéXico para hacer negocios y establecerse.

No puedo decir lo mismo del traslado por carretera -ni pensar en hacerlo por aire- que, desde hace al menos 4 años, es jugarse literalmente la vida al transitarla.

El brutal deterioro de extensos tramos carreteros desde que se pasa la caseta de Sacramento, representa un reto mayúsculo para cualquiera.

El escaso mantenimiento a la rúa afecta por igual a particulares que al transporte de carga.

En estos tiempos en que la mayor parte del comercio que trae desarrollo y genera empleos se traslada vía terrestre, la presidencia de la república ignora, si no es que provoca deliberadamente el deterioro.

El descuido a una de las vías de comunicación terrestres más importantes del país, ha cobrado decenas de vidas, pérdidas multimillonarias al comercio y a particulares por los constantes accidentes debido al casi nulo mantenimiento a la carpeta asfáltica.

Todavía el año pasado era peligroso circular por la Carretera Panamericana 45 de Chihuahua a Juárez, del kilómetro 35 al 120.

Ciertamente se le dio una mini manita de gato  del kilómetro 79.5 al 89, pero el deterioro se extendió hasta Sueco, por allá del kilómetro 150.

La delgadísima capa asfáltica que colocaron recién no cuenta con la pintura para delimitar los dos carriles que la conforman, ni la del acotamiento.

Transitar de noche por ese tramo y otro de regreso en las mismas condiciones, la convierten en una carretera extremadamente peligrosa.

Desconozco la razón por la cual el ejecutivo federal se desentendió de su obligación de mantener en óptimas condiciones la Carretera Panamericana de Chihuahua/Juárez/Chihuahua, pero si lo hizo por cuestiones dogmáticas o por ego, es una castigo que no nos merecemos los chihuahuenses, tampoco los paisanos, ni el transporte de carga.

Es un despropósito monumental del gobierno federal abandonar a su suerte a millones de conductores que lo único a lo que aspiramos es a transitar por carreteras seguras.

Pese a las precarias condiciones en que se encuentran los tramos carreteros de competencia federal, seguiré utilizando esa ruta porque no hay de otra, o la alterna es más larga y costosa, e igual de dañada en varios tramos.

Es más grande la necesidad y el placer de ir a la fronteriza Ciudad Juárez, que el peligro que representa hacerlo vía terrestre.

En razón de lo anterior garantizo que mi letal identificación del INE hará lo conducente en la gran elección de junio para recuperar el rumbo y devolver las carreteras de Chihuahua el estado óptimo en que se encontraban antes del 2018.

Es cuanto.