Opinión

Como Ramón hay millones.

Por: Manuel Narváez Narváez

Email: narvaez.manuel.arturo@gmail.com

Desde chavo me gusta escuchar historias de los adultos, como anécdotas, mitos y experiencias de vida.

Esta es la historia de Ramón.

El viernes después del mediodía me senté en una de las bancas en el exterior de una tienda del giro de los supermercados. En lo que tomaba una botellita con agua para aplacar la sed y revisaba mensajes del celular, se sentó junto a mí un señor de edad avanzada, y con educación dijo “con permiso”.

De la bolsa de su mandil rojo sacó un burrito de frijoles (lo vi de reojo) y una botellita de soda. Mientras daba mordidas a su lunch, pasó otro adulto mayor sonando la típica campanita del carrito de paletas, y exclamó: “ese cencerro se escucha hasta la esquina”, ocasión que aproveché para entablar diálogo con mi compañero de banca.

-¿Cómo le va con las propinas?, pregunté; muy bien GAD, respondió.

-¿Cuánto agarra en un día promedio?, poco más de 300, a veces un poco más, pero de cajón 300.

-¿Y viene usted todos los días?, de martes a domingo, de 11 a 3 pm; somos 4 turnos al día.

Como aquel que se siente satisfecho después de ingerir sus alimentos, Ramón, ataviado con un gorra y un mandil con su nombre proporcionados por la tienda -es lo único-, empieza contarme que vive en Villa Juárez, que tiene 77 años de edad y es jubilado por el IMSS.

“Con lo que gano en propinas, mi pensión del IMSS (4 mil pesos al mes) y la del Bienestar (6 mil bimensuales), nos mantenemos mi esposa y yo”.

“Ya dijo el presidente que va a subir la pensión del IMSS”, dijo con esperanza. Ese asunto toda vía no es seguro, le aclaré, y muy atento escuchó mi explicación.

-Mire, la propuesta que hizo el presidente de completar hasta 16 mil pesos mensuales a los pensionados del IMSS que, como usted, no reciben ni siquiera el salario mínimo, sería justa si no implicara tomar el dinero de personas mayores de 70 años que por alguna razón no han reclamado sus afores.

-Se imagina usted que malo sería quedarse con el dinero de otras personas que, por razones, como estar viviendo en el otro lado, o que ya fallecieron y sus legítimos beneficiarios no saben que tiene ese dinerito en sus afores, o como el señor que pasó hace rato con el carrito de paletas que tal vez desconoce si cuenta con semanas cotizadas en el IMSS.

Pensativo, continúo prestándome atención. Todavía falta que el poder judicial determine si esa ley del presidente es constitucional, es decir, válida.

Sería muy triste -insistí- que al cabo de dos meses de recibir un extra se lo quiten porque resultó que la medida era ilegal, y no solo eso, sino que los dueños reales de ese dinero que se tomó, cuando lo reclamen van a recibir menos porque se lo repartieron a otros pensionados que les hicieron creer que todo era legal.

Sin comentar nada al respecto, Ramón, muy orgulloso me confió que jaló en Honeywell, la VW y en la Renault; y cuidando carros afuera de la asegurada.

Por su trabajo obtuvo una casa del Infonavit allá por la Nacional, al norte de la ciudad. La rentó por algunos años en tanto cuidaba de sus padres en una casita muy modesta en Villa Juárez.

Dijo que por los 90s andaba el run run de que el Infonavit iba a quitar las casas que no estuvieran habitadas por sus propietarios, alerta que le extendió su inquilino, “una persona muy honesta que me pidió unos cuadros con mi esposa para colgarlos en la pared y se viera que yo la habitaba”, por si llegaban aquellos´, subrayó.

Alguna vez, prosiguió, mi mamá me pidió que no la abandonara, que la visitara de vez en cuando, y le dije: “voy a venir todos los días”, y así lo hice todo el tiempo que mi esposa, mis hijos y yo vivimos en el Infonavit Nacional.

Como mis padres tenían un terreno grande, mi esposa y yo decidimos vender nuestra casa y empezamos a construir otra más grande y con muchos cuartos junto a la casita donde vivía sola mi mamá porque mi papá ya había muerto.

Con el dinero de la venta de la casa pagamos la mano de obra de la nueva casa en Villa Juárez. Mi mamá vivió muy contenta hasta que murió a los 105 años de edad, recuerda Ramón con nostalgia.

Ya a punto de reincorporarse a su actividad, Ramón, con emoción en su mirada externó: “no sé cómo pagarle a mi esposa todos estos años”.

Quise entender que, por ser el diez de mayo día de las madres, exteriorizó su gratitud para con sus padres, con su esposa y con lo que honradamente se gana todavía a sus 77 años de edad.

Así como Ramón, hay millones que no piden que le den, sino que les permitan la oportunidad para seguir siendo productivos y vivir con dignidad.

Ramón es un ejemplo de gratitud e integridad. Sin duda.

Es cuanto.