Opinión

Bien por ellas. Va por ellas.

Por: Manuel Narváez Narváez

Email: narvaez.manuel.arturo@gmail.com

Por tercer año consecutivo miles de mujeres marcharon para conmemoraron el día Internacional de la Mujer y contra la violencia que, aún en estos tiempos, siguen padeciendo en niveles alarmantes y repudiables.

Celebro las manifestaciones públicas de todas aquellas que, siendo víctimas y en solidaridad de las que lo han sido, ejercen a plenitud su derecho de hacerlo.

Cualquier expresión legítima es válida siempre y cuando no lastime los derechos de terceros porque entonces hay víctimas colaterales como aquellas empleadas y empleados que se ven afectados por los cierres de comercios para evitar ser agredidos, y que a la postre repercute en sus ingresos.

“El vandalismo que practican grupúsculos que se infiltran en las marchas del 8M no debe normalizarse”.

No pasa desapercibido que la autoridad tome las medidas preventivas necesarias para salvaguardar la integridad del personal administrativo dentro de las instalaciones gubernamentales.

Doy testimonio de las penurias que pasan empleadas -la mayoría son mujeres- cuyas áreas de trabajo se ubican cerca de los ventanales de palacio de gobierno, las que en años anteriores se han visto afectadas por el largo tiempo que duran las reparaciones de los daños causados a las instalaciones.

No se trata d emano dura del gobierno, niño que es el ordenamiento jurídico el que obliga al poder ejecutivo a tomar las medidas necesarias para salvaguardar el derecho de las mujeres a manifestarse, sí, pero también la integridad de las y los empleados gubernamentales, así como el patrimonio de los chihuahuenses, es decir, los edificios públicos.

En razón de lo anterior expreso mi solidaridad con las razones y las motivaciones para que las mujeres se manifiesten y exijan a las autoridades protegerlas y hacerles justicia en sus reclamos, sin cortapisas y sin más dilaciones. Así de simple.

Tampoco voy a dejar de lado la clarísima intención de una minoría que, por consigna evidente de agitadores profesionales, se infiltraron en la marcha del M8 para reventar el verdadero propósito y endilgarle a la gobernadora un eventual saldo rojo. Se la pelaron, sin más ni más.

Afortunadamente el saldo de la manifestación solo se cuantificó en daños materiales, sin embargo, se dio una situación que en lo personal me provoca mucha preocupación.

En una de tantas imágenes que circularon en las redes sociales y plataformas digitales, me llamó la atención el revuelo que generó la posible lesión a una chica cuando una lámpara cayó sobre su cabeza después que ella misma y otras más zarandearon un poste en una plaza pública.

Me puede mucho que la mayoría de los que compartieron el video y de los que opinaron, lo hicieron prejuzgando a la joven y riéndose del hecho.

En serio, esa condición humana de falta de empatía hacia una persona que, independientemente de nuestras diferencias para ver y hacer las cosas, sufre un percance que pudo haberle costado la vida.

Espero sinceramente que esa joven no haya sufrido mayores consecuencias, salvo el susto, una herida no grave, y si acaso la reprimenda de sus progenitores.

De lo acontecido el pasado 8M aplaudo la marcha donde el grueso del contingente se comportó a la altura de las circunstancias.

Igualmente celebro que no haya habido mayores consecuencias más allá de daños materiales y afectaciones a las empleadas (os) de los comercios que tuvieron que cerrar para evitar agresiones.

Repudio absolutamente la práctica cobarde de aquellos que se esconden tras una máscara, o fuero, para cometer actos deleznables que socavan la democracia y la libertad.

Y como padre de familia no puedo, ni debo consentir jamás festinar o burlarse de la desgracia o tragedia de nadie, muchos menos de una mujer porque seguramente es la hija, la hermana, la nieta, la prima, la sobrina, o la mamá de alguien.

No chinguen, en serio. Se trata de protegerlas, no de satanizarlas.

Es cuanto.