Opinión

Choque de trenes.

Por: Manuel Narváez Narváez

Email: narvaez.manuel.arturo@gmail.com

El decretazo presidencial del 20 de noviembre para forzar el regreso del tren de pasajeros en México, es típico de los arrebatos húmedos del todavía titular del ejecutivo federal.

El mandatario oriundo de Macuspana, Tabasco (entrañable tierra de mis abuelos), fiel a su estilo de ordenar en vez de consensuar, amenazó con militarizar varias rutas ferroviarias, si el -o los- propietario(s) de los ferrocarriles en México no atienden el decreto en sus términos.

La historia ferroviaria en el país es tan vasta como interesante, sin dejar de lado su complejidad.

En 1837 el presidente Anastasio Bustamante otorga la primera concesión ferroviaria, pero no es si no hasta 1850 cuando se inauguran los primeros trece kilómetros de vía.

En 1873 llega al Puerto de Veracruz el primer ferrocarril que había partido de la capital mexicana. La extensión de las vías alcanzaba 570 kilómetros.

Durante la dictadura de Porfirio Díaz, la red ferroviaria pasó de 1000 a 19 mil kilómetros; sin embargo, la guerra revolucionaria redujo en un 40% las vías y la mitad de las máquinas.

En 1937 el tata del peje, Lázaro Cárdenas, arrebató a los gringos y británicos el negocio ferroviario y tomó el control con la nacionalización.

Seis décadas más tarde, “el chico de los dieces”, como bautizara Diego Fernández de Cevallos a Ernesto Zedillo Ponce de León, éste último vendió la paraestatal a su actual propietario, Germán Larrea, en sociedad con Charly Delgado alías “Carlos Slim”, amigo y mecenas del presidente López.

Hoy en día la empresa Ferromex transporta una tercera parte de las mercancías por vía terrestre en todo el territorio nacional, es decir, unos 140 millones de toneladas en mercancías.

La utilidad que obtiene Larrea de esta empresa, porque tiene muchas, son tan abultadas que le fondean lo suficiente para ser el segundo individuo más rico de México.

Hace 23 años que nuestro país no cuenta con tren de pasajeros para cubrir largas rutas.

Ciertamente existe la ruta del Ch-P que cubre los Mochis a Creel, con vista a la majestuosa sierra de Chihuahua. Y de ese pueblo maravilloso hay conexión a la capital del estado grande. Pero es costoso el pasaje.

Otra ruta importante es la que va a cubrir el tren Maya, una de las obras insignias del actual sexenio morenista.

El tren de pasajeros del sureste mexicano va a partir desde Palenque, Chiapas, donde se localiza el destino y rancho de Andrés Manuel, y abarcará los estados de Quintana Roo, Yucatán y Campeche.

El proyecto costará a los mexicanos finalmente 30 mil millones de dólares, tres veces más de lo presupuestado, y representa un 40% del total del Fobaproa, el atraco más grande en la historia del México contemporáneo.

Probablemente sea imposible recuperar la monstruosa inversión, cuya operación recae en las fuerzas armadas, similar a como se hace en Corea del Norte y en Rusia; y pese a la tala de 10 millones árboles, seguramente aún será atractivo viajar por esas latitudes.

Ciudad Juárez, pasando por toda la columna vertebral del estado de Chihuahua, es una de las importantes rutas donde se pretende reactivar el tren de pasajeros. Y no está mal, considerando que este medio de transporte pudiese hacer más competitivos los costos del pasaje en autobús y en avión de y hacia estas tierras.

La preocupación que ven algunos locales -y no es para menos- es que la migración ilegal usa las mismas rutas, mientras que el tren les cae como anillo al dedo.

No se diga de las facilidades que la delincuencia organizada encuentra en todos los medios de transporte para hacer llegar su veneno a una de las fronteras donde más se trafica con personas y drogas, y armas del bravo hacia el interior del país.

En lo personal me gusta la idea de reactivar el trasporte de pasajeros en tren, porque México es un país donde el turismo es la tercera fuerte de ingreso de divisas y, como en Europa por su extensión, las vías férreas son muy competitivas en las manos correctas.

Obviamente no es el caso del magnate Germán Larrea que, al igual que López Obrador, son enemigos declarados contra el medio ambiente y están acostumbrados a imponer su palabra, sin tercera vía que armonice, por eso el asunto está en vía muerta.

Mientras se viene el choque de trenes, aquí estaremos en el andén esperando el último tren a Juárez.

Es cuanto.